Perlora fue una suerte de Marina d'Or franquista a 15km de Gijón. Una ciudad sindical de vacaciones con 273 chalés que compartían, por turnos, trabajadores de todas las partes de España.

Tenía el mar al ladito, un comedor gigante, parques, una iglesia, por supuesto y hasta su propia estación de tren.

"Con estas ciudades y residencias sindicales se hace efectivo por primera vez el turismo social como una conquista del mundo del trabajo", decían en el NO-DO.
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